El día del adiós
«En realidad sólo soy un vendedor de libros». Así se definía cada vez que lo llamaban Jesús del Gran Poder, o le proponían algo que le parecía que desbordaba su capacidad de emprendedor nato, o lo perseguían con saña o lo adulaban sin recato. Era su forma machadiana de ajustarse a su dimensión íntima.