Hace un mes prometí hablarles de los errores de confundir el «instrumento» Internet con el cambio cultural, en el sentido comunicacional, que comporta esta nueva era, así como de los elementos de insostenibilidad económica y social de la economía del pelotazo que estamos viviendo. Pero cayó en mis manos el libro de P. Krugman titulado El retorno de la economía de la depresión, y no resisto la tentación de comentarles que su visión de la crisis japonesa, (más la coreana y otras), parece un retrato anticipado de lo que nos puede ocurrir en España.

En el inicio mismo de la campaña electoral, la operación BBVA-Telefónica, con sus incalculables repercusiones financieras, económicas y mediáticas, no sólo ha tenido un gran impacto de opinión, sino que está siendo utilizada más como con-fusión que como fusión, que para colmo no lo es. Por eso he hablado de filialización.

Empieza un nuevo año, que no un nuevo siglo ni milenio, como la digitalización de la cultura nos quiere hacer creer. Nada pasó, aunque no podamos dejar en paro técnico a tanto milenarista, tanto profeta de desgracias sin cuento.

En estos últimos días hemos presenciado, con preocupación creciente, cómo se han agudizado las tensiones comerciales entre Argentina y Brasil.

Europa vive sin alegría un acontecimiento de dimensiones históricas: la entrada en vigor del euro. Necesitamos recordar que el euro es un instrumento para este proyecto, una herramienta, no un fin en sí mismo, y menos un becerro de oro.