Esperando a Lula
Durante la última decena de noviembre he tenido la oportunidad de contrastar, sobre el terreno, el estado de ánimo con que se espera la asunción de la Presidencia de la República Brasilera por parte de Luis Ignacio da Silva.
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América
Durante la última decena de noviembre he tenido la oportunidad de contrastar, sobre el terreno, el estado de ánimo con que se espera la asunción de la Presidencia de la República Brasilera por parte de Luis Ignacio da Silva.
Ha sido un 27 de octubre y me siento a escribir el 28, dos décadas después de un día semejante para mí, para mi país, para las gentes que, cargadas de esperanza, acudieron masivamente a definir un rumbo nuevo aquí y allá, entonces y ahora. El de Lula es un triunfo importante para Brasil, pero trasciende las fronteras y sacude a la América latina con un viento diferente, como un grito expectante, reclamando otro destino.
La primavera argentina estalla indiferente a la crisis. Buenos Aires, la ciudad más bella de América, luce bajo un sol suave sin que parezca amenazada por la agónica sucesión de malas noticias.
Han pasado dos meses desde el aciago martes en que, con una brutalidad que desdibuja todos los precedentes, el terrorismo internacional descorrió la cortina mostrando una realidad oculta e insospechada a la sociedad pos-muro de Berlín.
Han pasado 24 años desde aquella tarde-noche en que llegué por primera vez a Santiago de Chile. En el remozado hotel Carrera ocupo la misma posición, frente al Palacio de la Moneda. Recuerdo aquellos instantes y el camino recorrido.