Recuerdos de una noche de noviembre
Miles de ciudadanos, armados con picos, palas, martillos o con las manos de su rabia contenida, de su desesperación ante un horizonte cerrado y represivo, derribaban el muro.
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Partidos políticos
Miles de ciudadanos, armados con picos, palas, martillos o con las manos de su rabia contenida, de su desesperación ante un horizonte cerrado y represivo, derribaban el muro.
ETA sabe que no tiene salida y que es cada día más débil. Saben que no van a doblegarnos.
«¿Es una política progresista tener superávit presupuestario?», me interpela a voces un periodista cuando no estoy de humor para explicarme. «Sitúese por un momento en Estados Unidos», le contesto, «y mire cómo dejó las cuentas públicas Clinton y cómo las tiene Bush, y después me lo vuelve a preguntar».
Con frecuencia he defendido la idea de la aceptabilidad de la derrota como elemento esencial del funcionamiento democrático. La solía contraponer a la alternancia defendida por los más. Después he ido reflexionando en público sobre las actitudes de los que son incapaces de aceptar la derrota, afirmando lo fácil que resulta aceptar la victoria.
Todo se convierte en áspera disputa, cargada de descalificaciones, vacía de contenido político real. Cuando se abusa de esa forma de hacer política, si eso es política, la crispación que responsables de la cosa pública más sectores mediáticos protagonizan termina trasladándose a la ciudadanía, haciendo el clima irrespirable.