Intervención en el XXVIII Congreso del Partido Socialista Obrero Español
Quiero advertir ante todo que hablo como militante del partido y no como secretario general. También quiero recordar a todos los compañeros que han valorado positivamente nuestra gestión en esta difícil etapa. A ellos todo mi agradecimiento y mi reconocimiento, y también a todos los compañeros y compañeras que la rechazaron, que la criticaron, y a aquellos que se abstuvieron. Me van a permitir que les diga que yo reflexiono muy seriamente las cosas, que nunca he sido un junco que mueve el viento en la dirección que sopla, que siempre he sido un militante de este partido por razones de moral o de ética socialista, y nunca por razones de carácter político que pudieran separarse de esa ética socialista.
Por consiguiente, he reflexionado profunda y seriamente la repercusión que tiene el no aceptar las invitaciones de muchos compañeros para que forme parte de alguna lista, de alguna de las candidaturas. Y les quiero decir que lo he reflexionado en la dimensión que tiene para nuestro partido, nuestra sociedad y para los problemas del Estado.
Dije el primer día que este es un gran partido. Repito hoy que este es un gran partido, que ha dado un ejemplo de democracia a este país, una vez más, con el desarrollo de este congreso, y, en consecuencia, de ese gran ejemplo de democracia, hay que seguir defendiendo la posición ética que a uno lo lleva a asumir responsabilidades o a no asumirlas.
Por eso empiezo por decir algo que me parece importante. He visto a compañeras y compañeros caídos por los pasillos –pocos o muchos– y no tienen derecho. Tienen que mantenerse aquí, en este partido, luchando por sus ideas, democráticamente, porque ese es el principal capital que tenemos. Ni una sola retirada.
El XXVIII Congreso, del centenario, ha trabajado intensamente. No digo que lo haya hecho con demasiada práctica, porque sería mucho pedir teniendo en cuenta la composición de las delegaciones. Ha producido resoluciones muy buenas; resoluciones buenas; resoluciones que, ami juicio, son regulares, y otras que para mí no son aceptables.
Pero un congreso necesita también una coherencia desde el principio hasta el fin. No sólo necesita esforzarse por establecer una estrategia política, por encontrar las resoluciones que crean que en ese momento son importantes para la sociedad o para el partido, sino también pensar en el mismo momento en que se discute esto en el equipo de compañeras y compañeros que en plena coherencia, en plena coherencia con el resultado global de los debates, van a llevar adelante la política del partido durante el próximo periodo.
Y les voy a decir, porque he empezado con eso, que a mí, en este partido, me introdujeron razones fundamentalmente éticas, y por supuesto un conocimiento del marxismo que creo modestamente es superior a algunas de las exposiciones poco rigurosas y poco marxistas que yo, en silencio, con respeto y sin querer intervenir, he venido oyendo a lo largo de los debates. Yo le ruego a cada compañero que se acerque al marxismo de verdad, críticamente, con un espíritu de libertad. Lo dije el primer día. Que no tome a Marx como la línea divisoria entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, porque está contribuyendo a enterrarlo, y mucho más profundamente que lo entierra la clase burguesa o reaccionaria de este país y de todos los países del mundo. No se puede tomar a Marx como un todo absoluto, no se puede, compañeros. Hay que hacerlo críticamente, hay que ser socialistas antes que marxistas.
“Hay que ser socialistas antes que marxistas.”
Lo verdaderamente importante de este congreso es que cuando se acabó de discutir el problema de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, Marx o no Marx, el 20% de la sala resistió en sus asientos, y el 80% se fue de aquí. Y los delegados –perdónenme los compañeros, que ahora hablo como Felipe González, y tengo derecho a hacerlo– salieron de esta sala porque creían que el resto de los problemas que se iban a discutir tenían mucha menos importancia. Y lo comprendo, porque el problema se desorbitó de tal manera que lo accesorio se convirtió en principal, y lo principal para un congreso concreto se convirtió lamentablemente en accesorio.
Os decía que hay varias vías para llegar a la acción y a la lucha política. Una es esa vía del compromiso moral, ético, con la lucha, que es tan válida y tan buena como otra. Hay, por consiguiente, razones morales, éticas, para estar luchando, además de las convicciones ideológicas que uno tenga. Y, además, hay razones políticas, de una enorme importancia.
Bueno, pues quiero deciros que, con tener mucho peso las razones políticas que me podrían obligar a seguir ligado al puesto, a lo que algunos compañeros creen que es el leitmotiv de la política, el sillón de secretario general, aunque hay muchas razones políticas, éstas se cortan, se separan en este momento en mi conciencia de las razones morales. Y si hago política perdiendo fuerza moral y razones morales, prefiero apagarlas. Porque yo no estoy en la política por la política, sino por un impulso ético, que no suena demasiado revolucionario, que no suena demasiado demagógico, pero que es lo que mueve a Felipe González a hacer política.
Pero creo también sinceramente que en este congreso Felipe González ha sufrido una derrota moral, porque no ha sido bien entendido, tal vez, porque ha planteado mal el problema, tal vez. En un congreso ideológico, que alguna vez se celebrará en este partido, yo seré de los militantes que disfruten mucho discutiendo de la ideología, de lo que es el socialismo hoy, de qué tipo de socialismo necesita esta sociedad para que sea auténticamente socialismo. Y creo sinceramente que de las resoluciones de este congreso hay algunas que los compañeros que asuman la responsabilidad de dirigir este partido no van a poder cumplir, porque ni siquiera se ha hablado de lo que hay que hacer –punto uno, punto dos, punto tres, punto cuatro…– en la estrategia política para los próximos dos años.
No es una crítica a nadie. Sólo quiero recordaros que esta sociedad es de 36 millones de criaturas, de los que 26 millones tienen más de dieciocho años, es decir, pleno derecho a participar políticamente en esta sociedad. De ellos, hay trece millones con derecho a ser considerados como población activa. De esos, cinco millones son viejos –ahora se les llama de la tercera edad– que dieron todo su trabajo, y que esperan que los socialistas les digan cómo salen de la marginación, cómo salen de la miseria. Y también hay un montón de millones de mujeres que esperan soluciones de los socialistas.
Y así podríamos ir analizando la sociedad, para llegar a una conclusión. Hemos dicho que este partido es profundamente democrático y que quiere transformar la sociedad democráticamente. Por consiguiente, tiene que contar con la mayoría de esa sociedad, tiene que incorporarla a eso que se llama movilización popular.
Algunos compañeros han dicho que la Constitución es mala y criticable. La mayoría ha dicho que es aceptable por todos, y así lo define la estrategia política. Les quiero decir algo muy serio, ami juicio: esta Constitución es la que nos permite vivir en paz y en libertad. Me tenéis total y absolutamente a vuestra disposición. Vosotros, militantes del partido, y los compañeros que aquí resulten elegidos para dirigir los destinos del partido. A su absoluta disposición para seguir trabajando como hasta ahora, siempre trabajando por las ideas que uno tiene y con una fuerza moral renovada.